En el verano de 2016, Susan Dobson se topó con una biblioteca de diapositivas que iba a ser eliminada por la aparición y el auge de los archivos digitales. Le interesó el sistema de etiquetado y clasificación de las diapositivas, falto de actualización y mantenimiento durante largo tiempo, pues señalaba cambios en nuestra conciencia política, cultural, social y geográfica. El conjunto revelaba además un énfasis en el contenido histórico del arte occidental. Así, un solo país occidental contaba con más de cincuenta bandejas mientras que hasta ocho países no occidentales compartían una sola. Las fotografías realizadas por Dobson a partir de ese material cuestionan la capacidad de todo archivo de hacer justicia a la temática de que se ocupa, sobre todo en el transcurso del tiempo.

El envejecimiento de las diapositivas como recurso físico constituye un conmovedor recordatorio de las melancólicas re exiones sobre la fotografía del lósofo Roland Barthes, que señala que, como la de cualquier ser humano, la existencia de la fotografía es también limitada: «Como un organismo viviente, a partir de los granos de plata que germinan, orece por un instante, luego envejece… Atacada por la luz, por la humedad, se desdibuja, se debilita, se desvanece; y no queda más que deshacerse de ella».1

1. Barthes, R. (1990) La Cámara Lúcida. Barcelona: Paidos Comunicación.

«El ser entreabierto» (2016) es una serie fotográ ca que surge a partir de la lectura de La poética del espacio (1957) de Gastón Bachelard; un libro donde el autor re exiona sobre la casa desde un punto de vista psicológico, entendiéndola como una topografía de nuestro ser y como instrumento del que se sirve para analizar al ser humano y su relación con el mundo. De la casa ya no se puede hablar, por tanto, como objeto, sino como ser.
Esa relación especular entre el cuerpo y alma humanos y la arquitectura es el punto de partida de este proyecto, articulado mediante un juego de paralelismos y proyecciones entre los espacios y las personas, en el que ambos aparecen representados como estructuras que albergan un lugar interior, solamente accesible a través de mecanismos de cierre y apertura. Considerando que esas estructuras pueden ser un armazón o un bloque aislado, pero también, como dice Bachelard, un espacio habitado por el universo, una bruma.

Fotogra ar colocando la cámara “dentro” de las imágenes responde a la necesidad de alterar la jerarquía establecida respecto de lo que se supone que otorga el sentido y plantea la posibilidad de atender a aquello que habita en los intersticios de lo visible y que suele escapar a nuestra atención. A nar nuestra mirada para captar la información aparentemente secundaria que reproduce una fotografía, aquello que está en los márgenes del referente, diluye, en de nitiva, la barrera que nos mantiene como espectadores externos y nos absorbe a sus interioridades.

Desde ese nuevo espacio en los márgenes de la fotografía, cada cual podrá recorrer los caminos que intuya y revisitar a la vez sus propias imágenes desde otra perspectiva, con otra cercanía. «La cuarta pared» responde al deseo de explorar la dimensión física del objeto fotográ co y hallar algunas respuestas respecto de esa trama sociológica que conforman las fotografías familiares. ¿Cómo median estas fotografías en nuestras relaciones? ¿De qué manera intervienen en nuestros vínculos, en nuestra comprensión de los lazos familiares? La cuarta pared es un trabajo sobre los afectos y los mecanismos que caracterizan la subjetividad inherente a nuestra percepción de las imágenes, invitando al espectador a un viaje al centro de la fotografía.

Apnée (Apnea) es el título de una colección de imágenes inspiradas en Contes d’une grand-mère (Cuentos de la abuela) de George Sand y en la antología Légendes rustiques escritas por su hijo Maurice. Las fotografías exploran la variabilidad, pero también la alteración y el cambio, la transición de un estado a otro: imágenes, diferentes todas ellas, pero con una cierta semejanza subyacente. Variaciones sobre un mismo tema; un cambio de tono o de armonías en torno a la misma línea melódica; una música suave, insistente, que pervive en la memoria. Imágenes evocadoras de otras, acechantes, suspendidas en el tiempo. Imágenes en fuga, que abren un pasaje por el que Frey puede llegar al otro, moverse de aquí a allí y de aquí a cualquier parte. Para ella, las fotografías son como las palabras de un poema, un relato o una novela: palabras como meditación y silencio… Cuando llegas al final, si es que hay final, solo quedan la resonancia y la emoción.

Ciudadanos sorprendidos por la cámara en el acto cotidiano de existir nos dan a ver, uno por uno, el semblante irrepetible de su singularidad. Hombres y mujeres que se salen, triunfantes, de la masa anuladora de las urbes, que destacan por el mero hecho de surgir, súbitamente, frente al ojo cautivado del fotógrafo.
Realizada principalmente en París entre 2016 y 2017, la serie «Semantic City» busca decir algo sobre la ciudad (considerada ésta como cosmos, con guración de humanidad en vínculo) por mediación de las personas que la habitan.
Se construye, así, una historia a partir de un rico cúmulo de gestos, de expresiones… de actitudes corporales y miradas en espera provocante de interpretación. La ciudad se vuelve un texto, un código visual caleidoscópico que ofrece una lectura siempre abierta, permutable, de su más pública y secreta intimidad.